DICASTERIO PARA EL SERVICIO DEL DESARROLLO
HUMANO INTEGRAL
Mensaje para el Domingo del Mar 2017
(9 de julio de 2017)
En nuestra vida cotidiana,
empleamos y estamos constantemente rodeados de muchos objetos y productos que,
en alguna fase de su travesía hacia nosotros, han sido transportados en barco.
Nos resulta difícil imaginar que detrás de cada uno de estos objetos hay un
rostro que pertenece a uno de los muchos marinos que han hecho todo lo posible
para que el buque entregara, de forma segura, estas mercancías en el puerto.
En este Domingo del Mar se nos invita a
reconocer y a expresar nuestro agradecimiento a esta fuerza laboral compuesta
por más de 1,5 millones de marinos (que en su gran mayoría proceden de países
en vías de desarrollo). Gracias a su duro trabajo y a los sacrificios que
hacen, nuestra vida es más cómoda puesto que transportan, de un país a otro y por
los siete mares, casi el 90% de las mercancías.
Aunque su aportación es esencial para la
economía del mundo globalizado, son muchas las dificultades y los retos a los
que se tienen que enfrentar estas personas y que afectan su vida y su dignidad.
Me gustaría aquí recordar algunos:
A pesar de los grandes progresos
alcanzados en ámbito tecnológico, que han mejorado la comunicación entre los
marinos y sus seres queridos, los largos meses que viven alejados de la familia
siguen siendo un enorme sacrificio que a menudo se repercute negativamente en
la vida familiar. Las madres que se quedan solas tienen que ejercer funciones
múltiples con niños que crecen con un padre siempre ausente. Es importante que
en nuestro ministerio pastoral prestemos especial atención a las familias de
los marinos, poniendo en marcha y respaldando la creación de grupos de apoyo
para esposas de marinos al fin de proporcionar cuidado recíproco y asistencia.
El uso de las redes sociales le permite a
la tripulación estar conectada con muchas personas en todo el mundo, pero a la
vez, vivir desconectados y aislados los unos de los otros cuando están a bordo,
porque cada uno vive aislado en el mundo virtual en el que busca refugio
durante su tiempo libre. Nuestra función, especialmente durante las visitas a
bordo, es la de intentar crear una “conexión humana” y fortalecer la
“comunicación humana” entre los miembros de la tripulación para evitar la
soledad, el aislamiento y la depresión, que podrían llevar al suicidio, que
según un reciente estudio publicado en Gran Bretaña por el P&I Club es la
principal causa de muerte entre la gente de mar.
La amenaza creciente que representa el
terrorismo en todo el mundo exige nuevas medidas de seguridad que limitan aún
más, en algunos puertos, la posibilidad de que los marinos puedan bajar a
tierra y a veces, incluso, que los asistentes para el bienestar puedan subir al
barco. Si bien comprendemos la necesidad de transformar los puertos en “un
lugar seguro” para las personas y las mercancías, debemos también asegurarnos
de que nadie sea víctima de discriminación o se le impida bajar a tierra por
razones de nacionalidad, de raza o de religión, y debemos abogar por el derecho
fundamental de las tripulaciones según el cual éstas deben tener acceso “a
instalaciones y servicios en tierra que protejan su salud y su bienestar” (MLC
2006, Título 4, Regla 4,4).
A pesar de la adopción y entrada en
vigor, en el mes de agosto de 2013, del MLC 2006, que establece los requisitos
internacionales mínimos de los derechos humanos y laborales de la gente de mar,
siguen siendo numerosos los casos de tripulaciones que han sido engañadas en
cuanto a su salario, que son explotadas y maltratadas en su puesto de trabajo,
criminalizadas injustamente por accidentes marítimos y abandonadas en puertos
extranjeros. Si bien es nuestro deber prestar toda la asistencia y el apoyo
necesario a las tripulaciones en apuros y que experimentan grandes
dificultades, instamos también a todas las autoridades marítimas a velar con
mayor atención e intervenir para prevenir abusos y reparar cualquier injusticia
que éstas hayan podido padecer.
Aunque la amenaza de la piratería que
afecta las rutas marítimas ha disminuido, en comparación con hace unos pocos
años, el peligro de ataques y de secuestros armados sigue siendo muy elevado en
algunas áreas geográficas. Deseamos invitar a la comunidad marítima a no bajar
la guardia y a aplicar todas las medidas necesarias destinadas a garantizar la
seguridad y la protección, no solo del cargamento sino, sobre todo, de la
tripulación.
Por último, quisiera centrar nuestra
atención en los pescadores y en la pesca, que serán el tema central del XXIV
Congreso Mundial que se celebrará en Kaohsiung – Taiwán, el próximo mes de
octubre.
Al igual que los marinos, los pescadores
transcurren mucho tiempo en el mar, a menudo a bordo de pesqueros que no están
en condiciones de navegar, por lo que su profesión es considerada una de las
más peligrosas del mundo y sin embargo no gozan de los mismos derechos que los
marinos, es decir, sueldos y beneficios netamente inferiores. El sector
pesquero está plagado de casos de trata de seres humanos, de trabajo forzoso y
de pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR).
Durante el Congreso, gracias a la
asistencia de oradores expertos, desarrollaremos nuestra concienciación y
atención con respecto a este tipo de cuestiones; fortaleceremos nuestra red con
el objetivo de incrementar la cooperación entre el Apostolado del Mar de las diferentes
naciones; compartiremos recursos y mejores prácticas para desarrollar
habilidades específicas, sobre todo en el sector pesquero.
Renuevo mi invitación a participar en este
Congreso, no solo a los expertos, sino también al mayor número de capellanes y
de voluntarios, porque la pesca y los pescadores son una preocupación del
Apostolado del Mar y no solo de quienes están personalmente involucrados en
este sector.
Para concluir, pidamos a María, Estrella
del Mar, que apoye nuestro servicio y dedicación a los marinos, pescadores y a
sus familias, y que proteja a toda la gente de mar hasta que lleguen al “puerto seguro” del cielo.
Cardenal Peter
K.A. Turkson
Prefecto
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