martes, 3 de octubre de 2017

Congreso en Taiwan

Congreso del Apostolado del Mar en Taiwan: “Atrapados en la red”
Contra el tráfico de seres humanos y condiciones inhumanas, incluso de mujeres y niños
     (ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El XXIV Congreso Mundial del Apostolado del Mar, que se realizará del 1 al 7 de octubre en la ciudad de Kaohsiun en Taiwan, lleva el título ‘Caught in the net‘ (atrapados en la red) y abordará el tema de la pesca, el tráfico de seres humanos y trabajo forzado, que afecta también a mujeres y niños.
    El padre Bruno Ciceri, delegado de la Santa Sede para el Apostolado del Mar y oficial del Dicasterio del Desarrollo Humano Integral, explicó este miércoles a los periodistas presentes en la Sala de prensa de la Santa Sede, algunos particulares poco conocidos del tema.

     Interrogado por ZENIT, el padre Ciceri, señaló que el congreso ha sido organizado por el Apostolado del Mar, que se encuentra dentro del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, en colaboración con la Conferencia Episcopal de Taiwan, de la embajada de Taiwan ante la Santa Sede y por el Ministerio de Exteriores de Taiwan, en un evento en el que participarán más de 250 personas de al menos 52 países.
       Sobre el motivo por el cual fue elegido un país de Oriente, el padre Ciceri señaló que “según las estadísticas de la FAO, de los 53 millones de personas que se dedican a la pesca el 84 por ciento son asiáticos, el 10 por ciento provienen Africa y el 4 por ciento de América Latina y el Caribe, mientras que Europa y Oceanía no tienen ni siquiera el uno por ciento. Por lo tanto era lógico hacerlo en Asia”.
      Señaló también que “el Apostolado del Mar es uno de los socios fundadores del International Christian Maritain Association (ICMA) que reúne 28 denominaciones cristianas que trabajan en el Mar, anglicanos, bautistas, etc”. Y que “en el congreso estará también el secretario general del Icma, un canadiense bautista”.
     Participarán en el evento representando a la Santa Sede el cardenal Petter Turkson, prefecto del Dicasterio; el cardenal Charles Bo, de Myanmar; y Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias.
     Durante las informaciones que dio en la rueda de prensa el padre Ciceri precisó que “los voluntarios del Apostolado del Mar visitaron en el último año unos 70 mil barcos, lo que significa haber tomado contacto con casi un millón de personas”.
      Explicó que “hoy con el sistema de containers los barcos se quedan pocas horas en los puertos y estos están construidos cada vez más lejos de la ciudad, dificultando el contacto de la tripulación con la tierra firme”. Al punto que los marineros o marítimos “tienen poco tiempo incluso para comprar elementos de primera necesidad, o solo tienen dólares lo que les dificulta pagar el algunos países”.
      Indicó que “el pescador no tiene horarios, cuando encuentran el banco de pescados se pesca y basta”. Y que “un británico por quinientas esterlinas no trabaja en el sector, en cambio en Asia, incluso por cien dólares al mes lo hacen, porque contrariamente se moriría de hambre”.
     En aguas internacionales “el capitán se vuelve el dios absoluto de la nave” precisó, pudiendo “realizar abusos verbales o físicos”, porque no hay nadie que pueda controlar o evitarlo y “lo mismo sucede con los pescadores”.
      Señaló que por ello “el Apostolado del Mar es una presencia de la Iglesia en el medio de ellos”, incluso “cuando hay desgracias y alguno muere, nuestro capellán va abordo y hace un servicio fúnebre ecuménico en este momento de dolor”.
      Comentó entre sus experiencias en primera persona el caso de unos filipinos que “estuvieron tres años sin poder bajar de un barco, contra su voluntad y sin lograr hacer nada para evitarlo”.
      Además de caso de “marineros que se embarcan y después a sus familias no le pagan lo convenido”, o “la falta de comunicación fuera de la nave”. Por ello cuando ellos van a los barcos, llevan wifi, para que los marineros “puedan comunicarse con sus familias”. Comentó incluso el caso de “naves que son abandonadas por los armadores” porque no conviene repararlas, con la tripulación a bordo, o de enfermos que son “abandonados en los puertos”. Entre los motivos señaló la codicia de “los armadores que quieren acumular siempre más ganancias”.


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