EUFRASIO CAMPAYO SANCHEZ
Capellán del Stella Maris de Málaga
Juan Zurita
Apostolado del mar en Málaga( fragmento)
Hubo que tardar casi 20
años hasta que otro magnífico sacerdote cogiera el testigo para empezar la
segunda etapa del Apostolado de Mar de Málaga, ya nos hemos referido a él, se
trata de Eufrasio Campayo Sánchez que había nacido por tierras manchegas y en particular
en la provincia de Albacete.
En la primera parte de
su vida sacerdotal nada preveía que se iba a dedicar a la mar. Después de
varias parroquias fue destinado a Suiza para estar con los 150.000 españoles
(más de la mitad gallegos) que estaban como emigrantes en ese país. Según me
confesó un día tuvo que hacer más labor social que pastoral y es que bajo la
capa de un país muy acogedor y tolerante se escondía no pocas injusticias, él
contaba que había muchos emigrantes que se veían obligados a dormir en el
interior de las fábricas o granjas donde trabajaban, incluso el gobierno
habilitó locales debajo de las autopistas donde tenían que vivir estos
trabajadores en medio de un ruido infernal. También le dio tristeza ver en
algún bar letreros de “no se admiten emigrantes”, muy pocos, es cierto,
pero nadie les obligaba a quitar e infamante cartel. Por eso con
ocasión de que en cierta ocasión fue invitado el obispo brasileño Helder
Cámara, de la Teología de la Liberación a dar una serie de conferencias por el
país y aprovechando que tuvieron un encuentro y se cayeron
mutuamente bien, en una de esas conferencias, fue invitado Eufrasio a hablar
para que diera sus puntos de vista sobre la emigración. Eufrasio aprovechó la
ocasión y denunció lo que ya hemos reseñado, dejando a las autoridades presentes
con la boca abierta. Pusieron una queja a España y Eufrasio se vio obligado a
abandonar el país helvético.
Su punto de inflexión se
produjo con la visita a un gran amigo que tenía en Hondarribia (Guipúzcoa) y
que era armador de barcos de pesca. Allí le invitaron a hacer una marea en un
pesquero y la experiencia debió de serle muy positiva, hasta tal punto que
creyó que ese sería su destino: dedicarse al Apostolado del Mar con toda
su alma. De inmediato pidió una diócesis con costa con objeto de
llevar a cabo su misión. Los malagueños tuvimos la enorme suerte que escogiera
Málaga para venirse aquí como sacerdote.
Los comienzos no fueron
muy venturosos y cualquiera que no tuviera el empeño y el ánimo optimista como
Eufrasio, se habría desanimado. Por lo pronto al primer pueblo donde fue
destinado se llama Benamocarra, un pueblo absolutamente agrícola situado en el
interior de la Axarquía, (A tal efecto Eufrasio contaba una anécdota que le
sucedió el primer día en esta población y que según él retrata de una manera
fidedigna la forma de ser de esta gente. Al acabar su primera misa, se le
acercó un hortelano que le preguntó con fuerte acento de la tierra: “oiga, y
Vd. ¿Cómo se llama?”, a lo que contestó “Eufrasio”. El hombre le respondió:
“Ohú qué difícil, yo le voy a llamar Don Hosé”.
No estuvo mucho tiempo
Eufrasio en Benamocarra y a los pocos meses fue destinado a la parroquia de “El
Morche”, no es que fuese una parroquia netamente de pescadores, pero
al menos tenía playa y vivían allí algunas familias de armadores y tripulantes
de barcos de pesca, pero no consiguió grandes adeptos para sus planes.
Él iba con muchísima
frecuencia hasta Caleta de Vélez, donde estaba el puerto pesquero y la lonja de
pescado, pero no logró ningún éxito. También iba a los bares donde se reunían
los pescadores después de las faenas, aunque él estaba muy delicado del
estómago y como no podía beber no estaba plenamente integrado
en las cuadrillas, así que en el principal bar de la zona donde acostumbraban a
reunirse la mayoría de los trabajadores, la cocinera le hacía una gran olla de
caldo para que él pudiera beber al mismo ritmo que el resto bebían cervezas.
Aunque no sólo estaba con los pescadores en los
momentos de solaz, también estaba junto a ellos en sus reclamaciones. Hubo una
protesta de los mariscadores del litoral malagueño contra la Junta de Andalucía
y ante la falta de respuesta a sus planteamientos por parte del consejero de
pesca decidieron encerrarse en las oficinas de la delegación de la Junta en
Málaga, que aquí recibe el popular nombre de “edificio negro”. Este encierro
duró dos días y con ellos estuvo encerrado Eufrasio desde los primeros
momentos.
A pesar de todos sus esfuerzos, su intención de crear
el Apostolado del Mar no avanzaba lo más mínimo y así pasaron varios años.
Cualquier otra persona distinta de Eufrasio, habría renunciado hacía mucho
tiempo, pero él era otro cura inasequible al desaliento y su siguiente paso fue
enrolarse como un marinero más en un marisquero pequeño. Por lo visto ese hecho
fue el que abatió las murallas de Jericó porque enseguida reunió a su alrededor
un grupo de marineros entusiastas que cada vez más aumentaba en número y a
finales de 1.993 se puede decir que empezó a funcionar en Málaga la segunda
etapa del Apostolado del Mar.
Tengo que hablar algo de
mí. Yo llevaba bastantes años de un laicismo militante. Incluso me
negué bautizar a mi hijo y que recibiera en la escuela enseñanza
religiosa, con gran enfado de algunos familiares. Pero en los últimos años me
habían sucedido varias cosas que me tenían la cabeza hecha un lío. Sería muy
prolijo enumerarlas aquí y además sería separarnos algo del motivo de este
escrito, baste decir que por aquella época, mi hijo que ya tenía 13
años me confesó su deseo de bautizarse. Al mismo tiempo Eufrasio continuaba con
su deseo de seguir navegando y se apuntó a un curso que yo estaba impartiendo
en Caleta de Vélez: patrón de pesca local. Al finalizar la primera clase, se me
acercó un alumno que conocía de cursos anteriores, y señalándome a Eufrasio me
dijo: “ese es un cura”. Bastante asombrado me dirigí a él: “¿Tu eres cura?”,
ante su respuesta positiva enseguida se me pasó por la cabeza que era un
sacerdote secularizado que había obtenido la dispensa de sus obligaciones
sacerdotales tal como era el último cura con el que yo había tratado en los
últimos años, un ex sacerdote vasco llamado Javier Lozano, que fue uno de los
fundadores del “sindicato libre de la marina mercante” y que estaba enrolado
como radiotelegrafista en el mismo barco que yo iba de primer oficial. Él me
informó que seguía siendo sacerdote pero que no podía ni decir misa ni impartir
los sacramentos. La siguiente pregunta a Eufrasio era de cajón. “¿Pero de los
que todavía ofician misa?”. “¡Por supuesto!” fue su respuesta. “Y donde dices
la misa?” “En la parroquia del Morche, los domingos a las 11-30”. “Allí estaré
sin falta este domingo”.
Efectivamente, allí
estuve y me llevé una de las sorpresas más positivas de mi vida. Fue una
Eucaristía “viva”. Todos los feligreses participaban de una manera activa en
ella. Estuve atento a las letras de las canciones, que yo por supuesto
desconocía, y me impresionaron, y sobre todo el sermón, muy sencillo
pero de los que te calan muy hondo (muchas veces he pensado qué distinta hubiera
sido mi vida si en vez de esa primera misa con Eufrasio, hubiera asistido a una
de las pocas misas muy aburridas y desangeladas que alguna vez
alguno de nosotros ha tenido que asistir)
Ya parece que Eufrasio
me había echado el ojo y me invitó a asistir a las reuniones que todos los
meses se celebraban en los salones de la parroquia de Caleta de Vélez los
miembros del Apostolado del Mar. Allí fuimos mi esposa y yo y desde el
principio nos vimos absorbidos por ese ambiente. En ese lugar me encontré con
los mejores pescadores que habían pasado por los cursos que había impartido. No
solo ellos. Había muchas mujeres de familias de pescadores así como varios
jubilados que habían pasado toda su vida en la mar. Después de un rato de
convivencia celebramos una Eucaristía, tan maravillosa como la primera que
había asistido y al final sacaron un montón de platos que degustamos en
camaradería. Al finalizar la reunión, tanto mi mujer como yo ya nos sentíamos
miembros activos del Apostolado del Mar.
Eufrasio
aprovechaba cualquier día señalado como el 1º de mayo, 16 de julio, día de la
Virgen del Carmen, etc, para hacer misas especiales que se llenaba de marinos y
sus familiares y como ya he dicho, sabía hacer unas Eucaristías muy animadas
con plena participación de los que tenían algo que decir y esto gustaba
bastante a los pescadores, así que poco a poco iba aumentando el número de
voluntarios del Apostolado del Mar. El obispado intervino y desaconsejó a
Eufrasio que siguiera enrolado en el pesquero. Eufrasio tuvo que dejar el marisquero
pero su prestigio no disminuyó entre los trabajadores de la mar. Al mismo
tiempo fue nombrado párroco de la “Mezquitilla”, una aldea de pescadores a dos
kilómetros de Caleta de Vélez por lo que él estaba en su salsa.
A principios de 1995 nos
vino con una sorpresa, por lo visto todos los apostolados del mar de España, se
reunían en una asamblea cada dos años. A ella acudían delegados de todos los
lugares de la España costera y esa primavera iba a celebrarse esa asamblea en
Caleta de Vélez. Ninguno teníamos ni idea qué era eso y como además Eufrasio
era el que se hacía cargo de todo, no sospechábamos lo engorroso que es
celebrar un evento como ese para que todo vaya sobre rueda (yo me tuve que
enterar lo complicado que es cuando 15 años más tarde, en 2.008, tuve que
hacerme cargo para hacer una asamblea de la ICMA). Quiso que explicáramos a los
que iban a venir cómo era la situación de los trabajadores del mar y de las
familias marineras de Málaga y nos pidió algún voluntario para hablar de los
problemas de los pesqueros de cerco, de arrastre, de los marisqueros
y artes menores. Que alguna hablara sobre las mujeres en las
familias marineras, algún jubilado sobre sus problemas. Y obviamente, como yo
era el único marino mercante que estaba en aquel momento entre los voluntarios,
tuve que hablar sobre lo que yo conocía.
La asamblea fue un
importante hito en el Apostolado del Mar de Málaga. Terminamos la asamblea
verdaderamente eufóricos. Allí conocimos cantidad de personas que después hemos
coincidido varias veces y que han llegado a ser auténticos amigos.
Volví a ver a Amador, el primer consiliario que tuvo el apostolado en Málaga.
Conocí a Ricardo de Barcelona (¡Qué hubiera sido del apostolado de Málaga sin
la ayuda y los consejos que siempre estaba dispuesto a darnos desde
Barcelona!). Cristina de Vigo, que nos causo una impresión muy positiva por su
continua lucha por los pescadores gallegos. Joseba de Bilbao, que era una
delicia tratar con él. Mikel, un vasco francés que llevaba la “mission de la
mer francesa”. Domingo González Joyanes, director del Centro de derechos del
marino (otro puntal cuando después necesité alguna ayuda legal si llegaba a
Málaga marinos o barcos con problemas) y un larguísimo etcétera.
Creo que lo único
reseñable de la breve charla que di fue cuando al final mencioné la de veces
que durante mi vida de marino había visitado los “Stella Maris” por todo el
mundo y me quejé que no tuviéramos uno en Málaga. En ese momento se levantaron
Domingo y Ricardo y dijeron ex aequo que si queríamos montar un Stella Maris
era factible. Después tuvimos una reunión entre los cuatros y nos dijeron los
pasos iniciales que debíamos iniciar para llevar a cabo el proyecto.
No era Eufrasio persona
que le gustara perder mucho el tiempo. Al poco nos reunimos y me pidió que si
conocía algunos marinos mercantes con objeto de contar con algunos voluntarios
para empezar las singladuras del Stella Maris. Yo contacté con alrededor de una
decena de colegas hablándoles del proyecto y quedando con ellos en un lugar determinado
en Málaga y a una hora ya establecida. La reunión fue un fracaso ya que sólo se
presentó una de las personas citadas. Yo estaba abatido pero Eufrasio, con su
optimismo a toda prueba estaba exultante y al ver la cara que yo tenía me dijo
“no te preocupes, Juan. Éramos sólo dos voluntarios, ahora somos tres. En un
solo día hemos aumentado un 50%”.
Tampoco Eufrasio se
desanimaba ante un chasco inicial. Aprovechó que había sido designado para dar
charlas en los Cursillos de Cristiandad que se celebraban en Málaga y fue
sembrando la semilla entre los cursillistas y al poco tiempo había reunido un
número determinado de ellos dispuesto a trabajar por los marinos. Unos meses
después nos reunimos en una autoescuela, propiedad del marino que había sido el
primero en sumarse a Eufrasio y a mí. Antes de comenzar la misa, el siempre
optimista Eufrasio nos dijo “¿Os habéis fijado?, sois 12. Con ese número empezó
Jesús su vida pública. Ya veréis como vosotros también vais a hacer cosas
grandes en el puerto de Málaga”.
Pero no todo iba sobre
ruedas. Eufrasio quería que el Apostolado del Mar se extendiera por todas las
parroquias marineras de la provincia de Málaga. A tal fin quedamos citados
Eufrasio y algunos de los voluntarios con los párrocos de Fuengirola, Marbella
y Estepona y otros de Málaga con marinos entre sus parroquianos, para
orientarles en lo que había que hacer, pero el día de la cita no se presentó
ninguno de los párrocos convocados. No fue lo único que sucedió en esa fechas,
el entonces obispo de Malaga D. Antonio Dorado Soto, de alguna manera no veía
la utilidad de un Apostolado del Mar y le había dicho a Eufrasio que los
pescadores tenían de sobras con sus propias parroquias y quiso tener una
reunión con Eufrasio y todos nosotros para explicar las razones de su veto. La
reunión se llevó a cabo pero cuando el Obispo vio el alcance y la labor que
estábamos haciendo en Caleta de Vélez, reconsideró su actitud y dio el visto
bueno para que siguiéramos adelante, solo puso una condición, que el director
del Apostolado del Stella Maris fuera alguien de su absoluta confianza y exigió
que fuera José Antonio Segura Rubia, que entre nosotros llamábamos
cariñosamente como “Molli” que no era ninguna mala opción porque era
una persona maravillosa y plenamente integrado en el Apostolado
1.997 Fue un año grande
para el Apostolado del Mar, y no solo porque ese año se llevó a cabo la
asamblea en Barcelona con todo el subidón que una asamblea supone para
estrechar lazos con el resto de los Apostolados, sino porque al final y después
de muchas reuniones, en el mes de diciembre, el director de la autoridad
portuaria de Málaga, que entonces era Francisco Merino nos concedió un local
dentro del puerto para poder hacer un Stella Maris. El lugar estaba ubicado en
un sitio ideal, junto a la salida principal del puerto, de modo que muchos de
los marinos que quisieran visitar la ciudad tenían que pasar muy cerca de él.
De todas formas nos avisaron que la cesión era solo provisional, ya que en el
plan de ordenación de la ciudad de Málaga, el edificio sería echado abajo,
aunque oralmente prometían otro local dentro del puerto cuando ese hecho se
llevara a cabo.
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